“Los procesos de elaboración de identidades nacionales en los países poscoloniales, como es el caso de Uruguay, describen trayectorias en las que se puede advertir un conjunto de rasgos comunes. En el caso de los países de América Latina, la definición del ser nacional pasa por la distribución de poder y representación que se asigna a los indígenas, a los colonos, negros, mestizos, criollos e inmigrantes. En este sentido, la formulación de relatos sobre la cocina nacional proporciona una metáfora ejemplar donde analizar cómo se representa y concibe el cuerpo social de una nación. La existencia de alteridades, de unos “otros internos” en el cuerpo social de estos países, pauta las dinámicas del reconocimiento político o la invisibilización de estos grupos subalternos (…) Los recetarios revelan quienes se sientan en la mesa de la nación y quiénes no. Por lo tanto, los ideales y creencias involucrados en la construcción de las naciones encuentran en el discurso culinario un espacio más de representación y reconocimiento, y por lo mismo, de disputa ideológica y política” (Laborde, 2022, p.19)

“Las identidades no son esencia inmutables e impenetrables al tiempo y las circunstancias históricas (…) De alguna manera podemos decir que la identidad uruguaya aún está “en cocina”, en el sentido de que es una acción continua, algo que sigue cocinándose en cazuelas, sartenes y parrillas de las casas, restaurantes y recetarios de Uruguay “(Laborde, 2022,p.20)